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domingo, 4 de marzo de 2012

Somos libros vivientes

"Eso es lo que nos ofrece la literatura: un idioma suficientemente poderoso para poder contar cómo son las cosas. No es un lugar donde esconderse. Es un lugar donde encontrar."   

JEANETTE WINTERSON


Preparando material de lectura para mis alumnos de inglés avanzados, me encontré con un ensayo de Jeanette Winterson, una escritora nacida en Manchester, Inglaterra, en 1959. En un breve e intenso texto titulado"A Roof of One's Own" ("Un Techo Propio"), reflexiona sobre sus memorias de la infancia para ahondar en su profunda conexión con los libros y su búsqueda identitaria. Y me impresiona encontrarme en su escrito con ideas que me asaltaron al ver este maravilloso cortometraje de animación premiado con el Oscar, The Fantastic Flying Books of Mr. Morris Lessmore, un corto de apenas quince minutos de duración sobre el amor a los libros, creado por William Joyce y Brandon Oldenburg.

La historia arranca con la llegada de un huracán y su protagonista, el tal Mr. Morris Lessmore ("More is less more..."), un escritor y lector apasionado, descubrirá en los libros la mejor forma de salvarse de los vientos que destrozan su pueblo y arrasan hasta con las letras de su propia obra. Como en una mezcla de El mago de Oz, la película Pixar-Disney Up, el cine mudo de Buster Keaton y Harold Lloyd y los desastres del huracán Katrina, la paradójica magia del film mudo y apto para todo público reivindica el poder de la palabra escrita en tiempos en los que los libros como los conocemos parecen estar a punto de convertirse en piezas de museo.



Hay muchas capas de significado en este corto abiertas al público adulto. En mi caso, les debo a los libros mucho más que el saber. Les debo también, como lo simboliza Winterson y como lo deja entrever el corto, mi propio techo, la contención frente al desamparo que me brindó el testimonio de otras almas que pasaron por catástrofes en las que todo parecía perdido y, sin embargo, llega por fin un día en el que se es capaz de abrir los ojos y volver a encontrar un lugar en el mundo del color.

Todo ser humano intenta escribir su propia historia, algunos lo hacen de manera literal, como Mr. Morris Lessmore en el corto. Y todo ser humano debe enfrentarse con vientos endemoniadamente huracanados que parecen capaces de borrar todo lo escrito hasta el momento de su llegada y dejarnos sin más ideas, sin letras ni colores para seguir creando la historia de nuestra propia vida, sin techo. Algunos llaman a esos vendavales crisis vitales. Cuando arrasan, dejan al mundo patas para arriba y a los ojos como nublados, viéndolo todo gris.

Es el momento de enfrentar un duelo por lo que se ha ido para nunca más volver, que es la persona que habíamos sido antes del sacudón, ni más ni menos. Se elabora muy lentamente, ya que se detienen los relojes, y parece que ya no hay inspiración ni brújula que nos guíe al sendero que habíamos andado hasta que azotó el temporal. Es posible que haya que comenzar a andar uno nuevo, pero uno queda tan vacío y aturdido que es arduo dar con él.


Es preciso redescubrirnos, recrearnos, reconectar con nuestra esencia, aunque los sentidos han perdido su agudeza hasta para olerla. Y los libros pueden rescatarnos y guiarnos para empezar a trazar algunas posibles coordenadas en un mapa moribundo como un libro deshojado. Es en la historia de otros sobrevivientes que se han enfrentado a la sombra que emerge del vendaval y han tenido el coraje de dar testimonio de su paso por el abismo, en la palabra vivida y viva legada por ellos, que incluso pueden ya haber partido, donde poco a poco se encuentra un refugio, un techo, se descubre que uno no es el único que ha pasado por allí y que otros han logrado emerger. Y un buen día, quizá cuando se comprende que cielo e infierno, luz y oscuridad, son las dos caras de la moneda que llamamos vida, asaltan las ganas de hacer nuevamente. Logramos ponernos en marcha y se vuelve a sentir la necesidad de continuar escribiendo esa autobiografía que parecía haber quedado trunca, seca. Se vuelve a ver el mundo en colores alguna tarde de otoño. El sentimiento de confusión e incertidumbre permanece, pero ya se lo sabe compartido, se lo ha enfrentado y se le conoce el rostro, se lo puede nombrar y poner en letras sobre papel.



El cortometraje es un homenaje a lo que hacen los libros por nosotros, y nosotros por ellos al leerlos. Como dice Jeanette Winterson en su singular ensayo:


"Muchas veces me he refugiado en los libros. No concibo al arte como un consuelo, sino que lo imagino como un techo sobre mi cabeza. (...)
Libros. Libros escritos o por escribirse.  Los de otros y los propios. Los libros son un hogar. No hacen un  hogar, son un hogar. (...)
¿Qué cuentan las historias? Que la vida es un viaje a través de un bosque oscuro. Que el alma está en peligro. Que el deber y la pasión destrozan al corazón. Que la belleza es tan buena razón como cualquier otra. Que el entendimiento es único. Que los milagros suceden. (...) Que siempre hay otra oportunidad. Que el amor existe.
Y estas cosas necesitan ser dichas de todas las diferentes formas posibles, de generación en generación, una y otra vez. La conectividad de nuestra historia y de nuestro ADN. Lo que hacemos y lo que somos, ensamblado en el arte. (...)
Nosotros somos el libro viviente."

¡Que disfruten del  corto!



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