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jueves, 23 de febrero de 2012

Nuestros tiempos


No voy a entrar en detalles sobre lo que pasó ayer. Ni tampoco voy a ahondar en por qué pasa. Todos lo sabemos. Todos lo vemos a diario. Muchos viajamos corriendo riesgos todos los días y estamos como curtidos, adormecidos, acostumbrados a andar como vacas camino al matadero en el transporte público en Buenos Aires. Ahí paro. Es necesario frenar para pensar en cómo vivimos y cómo morimos.

Se me vino a la cabeza una historia magistral de Graham Greene, "A Day Saved" ("Un día ganado") (1935), publicada en Twenty-One Stories (1954). Y cito, traduciendo como mejor salga, aclarando que la palabra "día" es una unidad de tiempo que bien podría ser reemplazada por hora, minuto o segundo....

"Yo te pregunto, ¿qué significa un día ganado para él o para ti? ¿Un día ganado a qué?, ¿para qué? En lugar de pasarte el día viajando, vas a ver a tu amigo un día antes, pero no te podrás quedar indefinidamente, viajarás a casa veinticuatro horas antes, eso es todo. (...) No podrás morir en la víspera. Entonces quizás te des cuenta de lo apresurado que fue de tu parte ahorrar un día, cuando descubras que no puedes escaparte de esas veinticuatro horas que has preservado tan cuidadosamente; las puedes patear hacia adelante una y otra vez, pero en algún momento deberás pasarlas, y entonces puedes llegar a desear haberlas pasado tan inocentemente como se las pasa en el tren..."

Viajamos muy mal en esta ciudad. Y vivimos muy mal. Vivimos corriendo desenfrenadamente contra el reloj desde que nos levantamos hasta que llegamos a casa. Es un apremio alienante y sin sentido que se cobra vidas de formas diversas y nos infecta a todos. Quienes lastimosamente, por causas de variada índole que todos conocemos de memoria y padecemos mansamente, perdieron sus vidas en este horripilante accidente ferroviario de ayer, viajaban en los primeros dos vagones, los más cargados siempre. Y lo veo todos los días, no me lo tienen que contar por televisión ahora que hubo otro accidente. Viajamos así  para bajarnos antes, en vagones que triplican su capacidad de albergar pasajeros, para escaparle en algo a la marea humana que se forma al descender la multitud de cada tren a la hora pico y así poder ganar tiempo, llegar unos minutos antes al trabajo y que no se haga tarde, para ahorrar tiempo....

Así viajamos en el ómnibus y manejamos nuestros automóviles y nuestras motos también, siempre apurados, a los bocinazos, ordenando que los de adelante avancen de una vez porque hay que ganar tiempo. Así vivimos y así morimos. Una verdadera lástima tener que vivir y morir tan impensadamente ante la absoluta negligencia de quienes deberían cuidarnos para que lleguemos a nuestros trabajos y de vuelta a casa cada jornada sanos y salvos.

"Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás"  (Gn. 3:19)

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