jueves, 4 de junio de 2015

A mí se me hace



Sir Edward John Poynter, Erato, Musa de la Poesía, 1870


Con el permiso de y para todos los Cervantes, Shakespeare, Borges, Machado, Lorca, Becquer, Neruda, Pedroni, Hernández, Storni, Mistral, Whitman, Shelley, Byron, Rilke, Dickinson, Pizarnik, Benedetti, Pessoa, Rimbaud y una largo etcétera de nombres, con o sin apellido famoso...



A mí se me hace que la Poesía

es lengua viva, sentir impreciso

del que son dueños los poetas muertos,

una mujer desnuda y a lo oscuro,

voz de la muerte, nuestra desdicha fuerte,

la que espera cuando a tu balcón vuelven

las golondrinas a colgar sus nidos,

un año vestido de nueve lunas,

un silencio que me sabrá a ternura,

ese telón que se ansía aunque se tema,

el que, inconsciente de su gloria, el Bardo

enfrenta y vence con sus hidalgos versos

sabiendo, más por hombre que por viejo,

lo que todos sabemos y ocultamos:

de los hermosos el retoño ansiamos

para que su rosal no muera nunca,

pues cuando el tiempo su esplendor marchite

guardará la memoria su heredero.



Poesía es todo cuanto crece

y en su perfección dura un breve instante,

como de la mañana el sol radiante

que, al avanzar la tarde, se oscurece;

cuando hallo que todo se envejece

como flor mañanera rozagante

que pronto se deshoja, agonizante,

y al morir el crepúsculo perece,


entonces sé que queda la Poesía

para llenar el vientre de la angustia,

para darle sentido a la agonía,

para morir creyéndonos eternos,

para palpar el sueño que es la vida,

para no navegar en amor ido,

para gustarte cuando callo, ausente,

para arrancarte el corazón a rimas,

para que ya no insistas, que he salido,

para olvidar el nombre que he perdido.



Quizá sea poesía todavía

el mundo en un teatro convertido,

un Jacques declamando las edades,

dejando el descreimiento suspendido,

avisando en voz alta - "Ladran Sancho",

desarreglando todos tus sentidos

puesto que son orilla de los míos,

transformando tus peldaños en mi muro,

cantándome estos versos a mí misma

para escuchar una voz en mis silencios

y en libertad ignorar un poco menos,

para aprender aquello que se calla,

para ser un cantar solo de hierro,

para fundar de nuevo a Buenos Aires.



A mí se me hace cuento que murió la Poesía:

la juzgo tan eterna como el agua y el aire.

No digamos que agotado su tesoro,

de asuntos falta, enmudeció la lira:

podrá no haber poetas, pero siempre 


habrá Poesía.





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